Los alcaldes precandidatos
Jorge Arturo Estrada García.
El elector goza del sagrado privilegio de votar por un candidato que eligieron otros.
Ambrose Bierce. Escritor estadounidense (1842-1914). |
Tanto Miguel Ángel Riquelme Solís como Isidro López Villarreal; en su labor como alcaldes, han revelado que carecen de visión y estatura para sacar al estado de los enormes problemas que lo agobian. Los próximos años serán difíciles para el país entero. Y ya no se puede desperdiciar el tiempo con sólo un crecimiento inercial débil y desordenado, el precio de esto lo pagan varias generaciones. En Coahuila se requiere un líder capaz de involucrar a los apáticos ciudadanos en un proyecto de gobierno que genere progreso y desarrollo armónico para sus familias. Y ni Isidro ni Riquelme tienen lo que se necesita, no son líderes.
Tanto Torreón como Saltillo son ejemplos de gobiernos mediocres, en los que es evidente el divorcio que impera entre autoridades y ciudadanos. Los rezagos son enormes y los avances son muy escasos.
Ambos personajes defraudaron la confianza que les dieron los ciudadanos cuando los eligieron como alcaldes. Las mentiras y las promesas incumplidas rompen el frágil vínculo que tuvieron con los ciudadanos. A esto hay que agregar que sus gobiernos fueron incapaces de dar respuestas eficientes a las problemáticas.
Para Miguel Ángel Riquelme, su preocupa- ción es mantener alimentada su maquinaria electoral mediante los programas sociales munici-pales y estatales. Se considera el dueño de los votos en La Comarca.
Isidro López, por su parte, se preocupa porque sus familiares y socios obtengan dinero a través de negocios con el erario municipal y, sobretodo, en jugar golf.
Riquelme es un tipo serio, gruñón, no muy brillante, ni muy trabajador. Es ante todo un priista muy experimentado en lo electoral, y que ya se subió al ladrillo al saberse impulsado por el gobernador hacia la candidatura del PRI. Sus cercanos expresan que está insoportable y muy nervioso.
Isidro no es serio, ni trabajador. Tampoco es brillante. Su actuar refleja inmadurez e irresponsabilidad. En casi tres años de gobierno municipal parece que no ha aprendido mucho. Su visión se limita a pensar en su hora de salida y en cuándo llegan las próximas vacaciones. Ni siquiera domina los principios del panismo. Por el momento, es un aprovechado con suerte, que goza con el oropel del cargo que ocupa inmerecidamente.
Rosendo Villarreal se ha encargado de llenar de sueños la cabeza de su sobrino López Villarreal. El tío se mueve entre los panistas de Coahuila y los influyentes en el CEN para tratar de arrebatarle la candidatura a Guillermo Anaya.
Pese a los berrinches de Riquelme, a Torreón aun la consideran una ciudad insegura los empresarios y comerciantes norteamericanos. En Saltillo, los escasos policías municipales arrestan a cazadores de Pokemones, mientras los asaltos y robos se multiplican.
Con sendos negocios millonarios de por medio, Torreón y Saltillo difunden sus escasos avances en materia de alumbrado público.
Ambas administraciones destacan por los malos resultados. En Saltillo, prácticamente no existe obra pública. Los proyectos de Bibliopar-ques están paralizados. La nómina abultada se come todo. Isidro ni siquiera ha podido contratar y capacitar a dos mil policías en casi tres años. Y esa fue su principal promesa de campaña.
En el rubro financiero Riquelme está agobiado por las deudas que le heredó Eduardo Olmos. Sin embargo, con apoyos estatales y federales construye un sistema de transporte Metrobús, un teleférico, el centro social La Jabonera y un gran parque lineal. En el renglón de la seguridad sus resultados son malos y los empleos que han llegado son de baja calidad señalan los empresarios laguneros. Aunque cabe mencionar que superan en número a los que se abren en Saltillo.
Isidro López ha resultado muy bueno para gastar en cosas intrascendentes y su deuda con proveedores aumenta considerablemente. Para la capital no habrá avances en el transporte público, en las vialidades, en la seguridad y en una mejor calidad de vida. Esta administración ha sido un desperdicio de tiempo y de recursos.
Riquelme e Isidro destinan mucho tiempo y recursos para promover sus aspiraciones a las candidaturas de sus partidos, pese a sus magros resultados.
El alcalde de Torreón lidera las preferencias entre los priistas, sus compañeros de partido le han dejado el camino libre. Tanto Javier Guerrero como Jericó Abramo se han desvanecido, se perciben temerosos. Aunque seguramente están al acecho esperando que del centro les llegue un dedazo favorecedor.
En el PAN, Isidro está rezagado respecto a Guillermo Anaya, quien ya se siente candidato, y se ha tirado en la hamaca. Los panistas recuerdan el estilo de Memo para hacer campaña en el 2011: se levantaba tarde, los eventos empezaban después de las trece horas, pocos eventos cada día, y al cierre de la jornada una infaltable reunión en un antro. Memo holgazaneaba mientras Rubén Moreira hacía una intensa campaña que lo llevó a arrasarlo. Ya hay quien opina que Isidro le ganará la candidatura.
En Coahuila hace falta cerrar las enormes heridas sociales. Aquí hubo enormes excesos, corrupción y muerte. También se requiere reconstruir el sistema educativo para competir por los buenos empleos globales e ir dejando atrás las ofertas de mano de obra barata como principal atractivo para los inversionistas. Ya es tiempo de trabajar para el futuro.
Querétaro, Nuevo León, Guanajuato y San Luis Potosí son más competitivos que nuestra entidad, crecen más rápido y son más atractivos para la inversión extranjera. En estos estados se ha trabajado en fortalecer la logística y la educación. Sus clúster son modernos, además del automotriz en el que ya nos superaron, ya también tienen clusters del Conocimiento, software y aeroespaciales.
Las elecciones del 2017 se darán en el marco de un intento de combate a la corrupción por parte del presidente Enrique Peña Nieto, y también hacia el interior del PRI. Esa es la bandera del nuevo dirigente. Sus blancos serán los gobernadores y exgobernadores, de todos los partidos, ha aclarado. El temor a la corrupción y a las derrotas marcarán sus decisiones. Para los dedazos en Coahuila, el pasado de los calefactos, a todos los cargos, contará.
Además, el ambiente estará enrarecido por los escándalos y procesos penales en Texas que seguirán estallando. La mira de los texanos estará puesta en Humberto Moreira, aseguran los enterados.
Lo malo para los coahuilenses es que la pésima clase política del estado, de todos los partidos, se apresta a buscar otro hueso en el 2017 y 2018. Así veremos a Carlos Orta, Deyanira Samperio, Luis Fernando Salazar, Guillermo Anaya, Isidro López, Gerardo García, Jorge Zermeño, Tereso Medina, Hilda Flores, Jericó Abramo, Ricardo Aguirre, Fernando de las Fuentes, Antonio Tobías, Manolo Jiménez, José María Fraustro, Jorge Alanís, el Pocholo Sánchez, etc.
En esa lista no encontraremos muchos líderes, ni tampoco a funcionarios que brillaron en sus encomiendas. Más bien son personajes grises que han hecho su carrera a la sombra de los personajes fuertes.
Así como padecemos los pésimos alcaldes, también la clase empresarial de Coahuila está casi disuelta, desvanecida. No hay liderazgos sólidos ni medianamente competentes. No comprenden al mundo del siglo 21. Al igual que los políticos sólo buscan enriquecerse rápidamente.
No entienden a la economía basada en conocimiento: en la Ciencia, la Tecnología y la innovación. Tienen mentes del siglo 20, de crisoles y talaches. No tienen visión de futuro, no les importan los coahuilenses. Para ellos los salarios bajos y la mano de obra barata, son los motores adecuados para la economía. Es una clase empresarial ignorante, encogida y sin liderazgos.
Y por otra parte, los coahuilenses aportamos muy poco para mejorar las cosas. Somos apáticos, conformistas y egoístas. En las redes sociales y bajo el manto del anonimato somos unas fieras opinando. En las plazas y en las urnas somos unas dóciles ovejas.
En estas circunstancias, y con escenarios volátiles, en el seno de los partido se van fraguando las decisiones que determinarán el futuro de varias generaciones de coahuilenses, de nuestros hijos y nuestros nietos.
Los partidos presentarán a sus candidatos de siempre, nosotros votaremos por el menos malo, nos abstendremos o tal vez salgamos de la zona de confort e impulsaremos a un candidato independiente. Los coahuilenses tendremos la palabra.
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